viernes, 11 de enero de 2008

Letras

Volver a mí significa volver a mis letras, volver a intentar a esculpir, a escupir, a horadar el aire con palabras como espadas. Pero también enfrentarme a mil demonios danzantes y punzantes que le disparan a mi cabeza, y no sé en realidad si se trate de los retos de la introspección o simplemente de los nudos eternos que me suelen torturar cuando menos me lo espero: cuando estoy muy cerca de la felicidad.

¿Sabes qué?

Soy prisionera de mí misma.

Y me alucino libre, que es lo peor.

Volver a mí significa crecer, pero también toparme con el muro inexpugnable de mi propio proceso.

Quiero pensar que la vida es como las capas de una cebolla, como las capas enrevesadas de una cebolla imperfecta. Solo así progresaré.

martes, 25 de diciembre de 2007

Presque over?

Dos meses ya y ya la sombra. O, corrigiéndome, ni siquiera dos meses. Iras santas o non sanctas explotando en la punta de mi lengua, reventando en mis labios tormentosos, erosionando el amor. Es increible cómo caen las personas en las garras del rebaño, es increible la capacidad destructora del cliché, pero más grave que eso: es imperdonable que personas inteligentes y bien formadas resbalen en ese cementerio de ideas. Destructora de conciencias, del razonamiento, de la objetividad ineludible. La imposición de una tóxica concepción: que la gente debe parecernos bonita. Si no te liga tan fácilmente, allí estarán el barbudo Osho y el negro Chopra, tus amigos infalibles, para sacarte del enredo. Entonces, todos tenemos la obligación de ser felices y de extender una mano de paz y un trozo de cielo a todo y todos lo (s) que nos rodea (n). Para mí, el problema no es la paz en sí. El problema es la paz simplificada, el cortar camino saltándote pasos importantes. El problema es la paz impuesta, la tregua mandatoria, la capitulación forzada, el desprecio de la fuerza edificante de determinados conflictos, porque como dijo Kant, el antagonismo es fecundo.

Pero nada. Mis manos ya están palpitando, mi corazón envuelto en un papel de seda rociado de cianuro, mi respiración entrecortada. Espada de Damocles y matrícula condicionada. Ultimátums. Luego, las prioridades. Insisto en renegar del cliché, pero no me vas a decir que no es cierto que los afectos más importantes siguen este estricto orden:

1º Uno mismo.
2º Padres y/e hijos.
3º Amigos.
4º El "amor" de pareja.

Entre 3º y 4º, podemos ubicar a las mascotas.

¿Continuará?

jueves, 29 de noviembre de 2007

El amor, un plastiquito dorado

Aterrada por el monumental edificio de palabras que se ha levantado dentro de mi cabeza, vine a expulsar un poco de la mierda revuelta que en ocasiones me inunda. He botado algunas lágrimas, me he sentido asfixiada por el stress y la ansiedad de no tenerla cerca, de no sentir sus labios, de no encontrar un mail suyo. He pensado en mi patético miedo a la frialdad, en mis demandas sentimentales, en mis exigencias cuasi-jurídicas de afecto. He pensado en el miedo a enamorarme, porque siento que lo estoy haciendo, porque siento que el monstruo del Lago Ness está acercándose...

Y debo pensar que el amor es como una tarjeta de crédito, una tentación total de sumergirse en todo lo que te ofrece, imagina mis sentidos a la hora de ver el catálogo de ofertas, las posibilidades de puntos, mi línea de crédito, el todo-es-posible-con-un-plástico. Imagino, sin embargo, la de demandas judiciales de deleznables pero igualmente ladillescos estudios de abogados dedicados íntegramente al "recupero de cobros", mi nombre en Infocorp, las limitaciones y padecimientos. En paralelo, puedo imaginarme destrozada luego de una ruptura provocada por alguna idiotez mía, producto de ese "amar más" como rol ineludible en las parejas. Y siento asco de mí por ser un bebé de pecho, una criatura vulnerable, un muñequito de trapo sin defensas. ¿Es ese el resultado del amor?. ¿Son las cobranzas, la coacción impenitente -y a veces impertinente- de estudios de abogados desconocidos, es tu nombre en Infocorp, el resultado de la imprudencia con el plastiquito dorado?. Pues en verdad os digo que el plastiquito dorado ese puede hacer magia, literalmente magia si lo sabes utilizar. Prudencia, justo medio, alejarse de desatinos. Tan simple como eso. Pero, en la vida, hay cosas que no tienen precio, como por ejemplo, esa alucinación tan deliciosa del "for ever and ever" que, mal utilizada, a tantos ha llevado a la tumba.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Enrevesada

Debería celebrar el querer. Sacar un par de copas, una botella de vino, deleitarme en el suave choque de dos vidrios frágiles, pero que no se rompen. Y aquí me tienes, enrevesada, de nuevo frente al teclado pariendo monstruos informes, asfixiada por las ganas insatisfechas de excelencia, atosigada por mi liberadora ambición. Debería celebrar el querer. Debería desengancharme. Debería tener dos duros más para conversarlo. Gracias Internet por ser el adecuado sucedáneo.

Quiero calma. Quiero mi alma de vuelta. Quiero quererla con mi alma al costado, o con mi alma adentro, aunque la quiero con el alma. Quiero partirme el plexo con un cuchillo, imaginario porque no quiero irme del mundo sin haber completado los puntos de mi lista. Quiero dormirme en un colchón alado, al lado de ella. Quiero taparle el hocico a la vociferante perturbación, quiero cortarle las manos a la mental masturbación.

Quiero dejar de ser una fóbica. Quiero dejar de ser una fobofóbica. Quiero empezar a hacer cosas útiles right now, porque soy ambiciosa. ¿Lo habrán notado mis 0 lectores, a partir de la compulsión por el quiero?.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Desencuentros inesperados

"... yo quisiera llorar
y no tengo más llanto
le quería yo tanto y se fue
para nunca volver..."

Huir es una forma de buscar. Hui y te encontré, con una mirada, con esa mirada. No "esa" mirada, no. Esa mirada, sin comillas. Sin calorías. Sin lesbiandad. La que no tiene ninguna vela en este entierro, en el entierro de la complicidad, de los consejos, de la comprensión. Que, quizás, valga más que las miradas entrecomilladas.

Enterré la mirada cuando me fui, para que me miraras no sé, arrepentida. También te di la espalda y te volteé la cara. No supe qué hacer. Me odias y lo acepto con hidalguía desde una cabina de Tarata que congrega todos los sábados por la noche a cybernautas de juerga frustrada. Como la mía. Como la foto velada de la velada mía.

Me arden los ojos. No recuerdo haber llorado. No recuerdo nada. Pero estoy casi convencida de que no lloré. No. No lo hice. Porque cuando caminaba, abatida, cerca del viejo Césars Hotel, un elefante blanco en nuestros tiempos, sentí que las emociones se preparaban para salir en forma de lágrimas, pero no había agua. Se me ha gastado toda durante estos casi cinco meses, pesados e infinitos. Se me ha gastado todo el agua de lágrimas y no, no hay régimen especial. No hay agua para todos que valga, ni shock de inversiones ni shock de nada que me saque de mi shock de inmovilidad. Bueno, sí. No exageremos. Se me salieron dos gotitas. Como de garúa limeña. Pero parece que el líquido fue, a pesar de ser exiguo, potente.Tenía los componentes de la lluvia ácida. Y me arden los ojos.

Gasparín (odiada por tí porque, si mi memoria no me falla, hace casi 10 meses me gustaba Gasparín y, cual mamá preocupada, me decías "esa no te conviene"-esa-) es notificada de tal hecho. Gasparín, de distinto talante y de reconocida nobleza, me insta a pedirte perdón, pensando ilusamente que eso es fácil. Le digo, joven idealista de 24 años, ¡despierta!. ¿No sabes que la susodicha es puro orgullo y altivez?. Y ella me dice que soy yo la que tengo que despertar, pero le recuerdo que ya desperté, aunque con la cabritud del caso, porque nada más cobarde que las cartitas, que es un mecanismo de 5to de media, pero carajo no importa el fondo, sino la forma.

Yo no sé la forma de pedirte perdón. No sé si, a estas alturas, me ha dejado de interesar. Te quiero igual, pero siento que mis esfuerzos serán vanos. Que estamos en primavera y nuevas flores se pueden asomar. "El jardín de la amistad (discúlpame lo cursi) siempre existirá. Lo que cambian son las flores" - Heidi dixit. Pero no le quiero creer. Mañana tendré los huevos necesarios y te llamaré. Es que soy cabrini, pues.

jueves, 20 de septiembre de 2007

e-mploushon

Sentada en una cabina con mis demonios. Alucinación de superación. Darse cuenta de que todo es circular. Catchascán con los sentimientos. Inspiración que lucha contra la enredadera caníbal.

Soledad.

Pánico de hacer llamadas. Contemplar el celular, embriagada con mi idiocia, en comportamiento adolescente. No hago honor a los tres pomos de Pond's que ya he comprado. Merece un castigo, un castigo en self-service.

Patetismo.

Pánico de todo.

Get a fuckin' life.

Get a kiss.

Estercolero.

Ganas de hacer el amor.

Desencuentros con Manuelita.

Desencuentros con su trabuco.

Shots.

Harta de lo provincial.

Pero qué le voy a hacer.

"La envidia es la cicuta que el mediocre quiere que todos prueben como si se tratase de una cata de pisco de Johnny Schuller". Frase válida, pero extraida de una versión un tanto cáustica de las pastillitas de Belmont. Unas pepitas del hermanón, para un subidón de moral, pero con el retrueque de ironía que sirva para hacer la finta, para disfrazar el yo-penso-positivo que equilibra el cataclismo que vivo dentro, del cual no puedo prescindir, pero que no puedo exhibir abiertamente porque me quita estilo.

Vafanculo, tonta, le digo a la chica que veo ahi, en ese espejo. No se va a ofender: está congelada.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Amor

Sentada en el muelle con mi carterita barata, con mis piernitas cruzadas y mi carota de culo, aguantando inviernos que te hacen huecos en los huesos y veranos asfixiantes, esperaba el amor. Me dijeron que me abstenga de toda búsqueda activa de la persona ideal. Esta llegaría sola, como traida por las olas. O llegaría en un barco, cuya denominación yo ignoraría soberanamente (el chiste, where would it be?). Simplemente, esa persona ideal bajaría de aquel barco, me llamaría, y me invitaría un café.

Entonces, recién sabría lo que es el amor.

Pasó de todo en ese puerto. No solo llegué a usar carteritas baratas, también he vestido bolsos de piel marrón y zapatos de tacón y vestidos de domingo. Han habido 666 alertas de tsunami. Me han cireado 666,666 estibadores. Les he mentado la madre 666,666 veces, una por mitra.

No hay forma.

Abandoné la espera, que en el fondo es una búsqueda, una búsqueda pasiva pero no por eso menos dolorosa. Me abandoné al sol y empecé a valorar la riqueza del silencio, de la voz única, del tanguito a solas, frente al espejo, bella y arreglada como la musa que nunca seré para la musa o el muso o el marino o la marina que bajaría de aquel barco o barca cargado del incienso o la inciensa, la mirra o el mirro, la felicidad. Bajo la cabeza y miro la toalla en el piso, contenta, sin ápice de resignación, salvo futura opinión en contrario de algún psicoanalista a quien pagaré para que me diga si me digo mentiras. Luego me tiro en mi cama, 11pm, ni a mi diestra ni a mi siniestra, solo la almohada. Sólo queda opción para un dulce sueño. Suena el despertador y me pesco cogida de la pseudo cintura de la almohada. Dándole mimos. He llegado de nuevo al puerto. Ser la lorna del destino es cuestión de vocación.