Aterrada por el monumental edificio de palabras que se ha levantado dentro de mi cabeza, vine a expulsar un poco de la mierda revuelta que en ocasiones me inunda. He botado algunas lágrimas, me he sentido asfixiada por el stress y la ansiedad de no tenerla cerca, de no sentir sus labios, de no encontrar un mail suyo. He pensado en mi patético miedo a la frialdad, en mis demandas sentimentales, en mis exigencias cuasi-jurídicas de afecto. He pensado en el miedo a enamorarme, porque siento que lo estoy haciendo, porque siento que el monstruo del Lago Ness está acercándose...
Y debo pensar que el amor es como una tarjeta de crédito, una tentación total de sumergirse en todo lo que te ofrece, imagina mis sentidos a la hora de ver el catálogo de ofertas, las posibilidades de puntos, mi línea de crédito, el todo-es-posible-con-un-plástico. Imagino, sin embargo, la de demandas judiciales de deleznables pero igualmente ladillescos estudios de abogados dedicados íntegramente al "recupero de cobros", mi nombre en Infocorp, las limitaciones y padecimientos. En paralelo, puedo imaginarme destrozada luego de una ruptura provocada por alguna idiotez mía, producto de ese "amar más" como rol ineludible en las parejas. Y siento asco de mí por ser un bebé de pecho, una criatura vulnerable, un muñequito de trapo sin defensas. ¿Es ese el resultado del amor?. ¿Son las cobranzas, la coacción impenitente -y a veces impertinente- de estudios de abogados desconocidos, es tu nombre en Infocorp, el resultado de la imprudencia con el plastiquito dorado?. Pues en verdad os digo que el plastiquito dorado ese puede hacer magia, literalmente magia si lo sabes utilizar. Prudencia, justo medio, alejarse de desatinos. Tan simple como eso. Pero, en la vida, hay cosas que no tienen precio, como por ejemplo, esa alucinación tan deliciosa del "for ever and ever" que, mal utilizada, a tantos ha llevado a la tumba.
jueves, 29 de noviembre de 2007
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Enrevesada
Debería celebrar el querer. Sacar un par de copas, una botella de vino, deleitarme en el suave choque de dos vidrios frágiles, pero que no se rompen. Y aquí me tienes, enrevesada, de nuevo frente al teclado pariendo monstruos informes, asfixiada por las ganas insatisfechas de excelencia, atosigada por mi liberadora ambición. Debería celebrar el querer. Debería desengancharme. Debería tener dos duros más para conversarlo. Gracias Internet por ser el adecuado sucedáneo.
Quiero calma. Quiero mi alma de vuelta. Quiero quererla con mi alma al costado, o con mi alma adentro, aunque la quiero con el alma. Quiero partirme el plexo con un cuchillo, imaginario porque no quiero irme del mundo sin haber completado los puntos de mi lista. Quiero dormirme en un colchón alado, al lado de ella. Quiero taparle el hocico a la vociferante perturbación, quiero cortarle las manos a la mental masturbación.
Quiero dejar de ser una fóbica. Quiero dejar de ser una fobofóbica. Quiero empezar a hacer cosas útiles right now, porque soy ambiciosa. ¿Lo habrán notado mis 0 lectores, a partir de la compulsión por el quiero?.
Quiero calma. Quiero mi alma de vuelta. Quiero quererla con mi alma al costado, o con mi alma adentro, aunque la quiero con el alma. Quiero partirme el plexo con un cuchillo, imaginario porque no quiero irme del mundo sin haber completado los puntos de mi lista. Quiero dormirme en un colchón alado, al lado de ella. Quiero taparle el hocico a la vociferante perturbación, quiero cortarle las manos a la mental masturbación.
Quiero dejar de ser una fóbica. Quiero dejar de ser una fobofóbica. Quiero empezar a hacer cosas útiles right now, porque soy ambiciosa. ¿Lo habrán notado mis 0 lectores, a partir de la compulsión por el quiero?.
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