lunes, 6 de agosto de 2007

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Ella de repente me gusta y su sonrisa hermosa e inesperada me cachetea, todo de golpe, como una muela arrancada con violencia y sin anestesia alguna. Ella de repente me gusta y, nada más ser notificada acerca de esta circunstancia, la serpiente sale de su escondite, de su escondite cerebral o espiritual, ha bailado con música gótica y está motivadita, motivadita para hacerle un petting bravísimo a mi cabeza, para joderme de nuevo, para evitar que lo bello, ese concepto monumental al que me resisto a llamar felicidad, pretenda instalarse en mi relativamente joven vida. I've got to tell this: la serpiente se ha vestido con papel periódico que contiene pura propaganda homofóbica, activa y pasiva, moderna, asquerosa en cualquiera de sus formas y presentaciones. La serpiente me ataca y mis piernas tiemblan. No digo nada, que bastante tenemos con esa infernal procesión que va por dentro.

"No le hagas caso que es el diablo", me digo. O quizás sólo sea la regla. O quizás se deba, quién lo sabe, a las dos malas noches que he pasado a raíz del frio que convierte la generalmente dulce y contínua visita de Morfeo, en un intermitente baile contigo dando vueltas intranquila en la cama, envolviéndote compulsivamente con las sábanas, cual momia egipcia perdida en un polvoriento poblado del norte peruano. Quizás sea la dieta que remece tu modus vivendi pero todo sea para no parecer un bodoque anymore y hacer puntos, puntos, puntos, y más puntos en este mundo material con pintas de tarjeta Bonus. Quizás sea ese lado oscuro de la frase "elfinjustificalosmedios", en el que se resaltan los medios y no los fines y debería ser redactada como "elmediolojustificatodo", y, así, te engañan y te engañan maquinarias de mil patrañas y terminas revolcada, un cerdo lleno de lodo, del lodo insano que recicla mal la frase hasta convertirla en "elmediojustificamismiedos".

Ella de repente me gusta y me sacó de la cómoda orilla, desde la que divisaba el mar con la falsa paz del cobarde que no quiere contactarse con el agua por pánico a la violencia de las olas. Ella es una ola, lo declaro oficialmente, y me tumbó a la arena, me envolvió y me arrastró sin piedad, lucho con las rocas, en las rocas la serpiente, y yo con ganas de tener un cuchillo para defenderme de la serpiente y liberarme, fluir, y dejarme de joder.